Hace algo más de una década mantuve un blog personal durante varios años y fue una experiencia gratificante. La autocensura a la que me sometía en esos días era escasa, lo que junto a mi juventud me hizo escribir cosas que hoy en día no me atrevería, e incluso en ocasiones, cosas de las que podría casi que avergonzarme.
Afortunadamente, crecemos, ¿maduramos?, evolucionamos nuestra manera de pensar y tenemos que saber convivir con el hecho de saber que antes, años atrás, éramos distintos, tal vez incluso unos imbéciles.
El tema es que hay personas que viven su vida siguiendo un código, el de la coherencia y condicionan su vida para no quebrarlo.
Al hablar de coherencia me refiero a mantenerse firme con respecto a una postura, afirmación o creencia a lo largo del tiempo, pase lo que pase, sin zonas grises.
He visto casos absurdos que no podríais creer, personas que se han quedado estancadas en el tiempo porque un mal día dijeron o escribieron algo desafortunado.
Debo confesar que siendo un veinteañero le daba bastante importancia al tema y no habrán sido pocas las veces que yo mismo sufría la consecuencias que surgen de idolatrar la inviolable coherencia.
Afortunadamente, no se muy bien cómo, he cambiado mi forma de afrontar el tema y os resumo mi nueva postura de manera desagradablemente gráfica: me meo en la coherencia.
Hoy te digo «digo» y mañana te digo lo que me apetezca y yo tan tranquilo, por que explicaré pausadamente que lo que ha pasado es que he cambiado de opinión, o que me he dado cuenta que estaba equivocado o que me conviene más pensar o actuar de otra manera.
Esta flexibilidad mental es algo que le recomiendo a todo el mundo y lo mejor de todo, al no dejar que la coherencia afecte mis decisiones o creencias, mañana puedo cambiar de opinión nuevamente.
Al final, somos miles de millones haciendo y diciendo tonterías todos los días, a nadie le debería importar que cambies de opinión si eres honesto al respecto y en el peor de los casos hay una solución universal que ha sido empleada por millones de personas, de todas las clases, incluso por monarcas.
Que cuál es es fórmula mágica, repetid conmigo: Lo siento, me he equivocado.
Tema zanjado y a buscar otro tema con el que complicarnos la vida.
Hay una frase de Immanuel Kant que lo resume muy bien «El sabio puede cambiar de opinión el necio, nunca.»